"Cristo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hb 5, 8-9)
Jesús, sacerdote misericordioso, que al entrar en el mundo te ofreciste al Padre diciendo: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad» refuerza en nosotros esta disposición que animó tu corazón de Hijo.
A tu obediencia de amor unimos la oferta de nuestra obediencia. Acepta nuestra vida que deseamos ofrecerte hasta el sacrificio total de nosotros mismos.
Que tu Espíritu nos disponga a estar atentos a tu voluntad en cualquier circunstancia de la vida, y tu gracia nos mueva a una fraterna entrega para que venga tu Reino de amor. Amén.